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plegaria lucerna
¿y si contigo muero? ¿y si lo dejo todo? ¿y si arrojo una palabra al infinito?
dulce atardecer del alma donde, a cercenar mi pecho, precipita el día en cascada invernal. me sienta bien la atroz ceguera arrebolándose en torno a mi único rostro, en tanto miserables diademas esbozan los hombres en virtud de la justificación de sus cuerpos. yo no soy un hombre, nunca lo fui. sólo creo en las rojas nubes y en todo un cielo de cobre y mármol. siento miedo ay de mí y de mis fantasmas; de la oscura venganza del mundo. el perdón no es un templo y asiduo es el maldito centauro de azufre que me inunda el espacio. ¡cuán tarde es! veo tu mano que llega, veo un blanco y esponjoso manto cubriéndolo todo; y es que con el día me siento despertar a una nueva hora. me rebalso de tiempo, y mi voz de candado lenta se abre al amanecer del hombre. no hay salida, no sé si vale la pena, pero no hay salida. ¡cómo he crecido! ¡mírame llorar! ¡soy el ojo del mundo! ¡soy una humana venganza!
escuchemos ahora la canción asolada:
¡qué hermosa noche para bailar sobre el mundo! ¡qué hermoso río para internarse en la noche! el maravilloso umbral de la belleza tentando al paladar de mi alma, y un susurro de millones de luciérnagas iluminando mi dilatada mente de cristal.
¿sientes la ventisca azotar nuestros rostros? es la sarracena de mi mundo que esgrime venganza: la dulce venganza que, amorosamente, me abraza; que me inunda entero. ¡es sólo en mi contra! ¡es sólo mía! es la iluminación que llega desde más allá de mis manos ¡es un niño puro! ¡déjenme solo! estoy partiendo. ¡oh llaga, oh filo! estoy partiendo. ¡ay de mí!
¿quién podría resistir tanta dulzura?
Id: 341 Data: 12/03/2009 00:38:43
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paisaje
¡necesitaré que mi mano se abra la mente! ¡necesitaré que le silencio esconda sus labios!
¡volveré desde las rías! ¡abandonaré el fiordo de mi alma!
aunque me afeiten los huesos con un cristal de hierro, creeré que mi espíritu es un enjambre sagrado. creeré en el templo de mi cuerpo y en el meandro robusto de tu mano escapando.
yo toco, en pleno poseso de mis facultades, la niebla espesa de cada mañana; el cotidiano martillo que araña los párpados de todos los hombres, mas digo a mi nave y a tu barca emblemática: el dios que erigimos huirá en la espesura, dejando desierto el altar mestizo esculpido en leño. ¡multiplica los verbos! y verás, en la noche abierta, que el vagabundo que temían los tibios anidará en tu cama, tomará tu mano y dirá, con la voz de la calma: ¡multiplica los verbos!
riega mi huerto y los siete cuartos pinta mi rostro de eterna caricia cubre con pelaje pardo de oso tu cuerpo y el mío, deja que bañe la luna mi cabeza desnuda.
cerca, muy cerca, detrás de los árboles, hay un gólgota enclavado que llama a mis vientos; algo como un respirar de gamos: una flor enardecida. entonces, yo me alzo del lecho de este río y dejo que el agua me lave los tobillos crudos. observo a los lados; afanoso en búsqueda un rostro cercano. y miro el bosque, encantado de antaño, cubrir con un manto el dolor tornasol de mil madres cansadas. así imprime esta jornada, en mis riñones, su caricia elemental de sabia.
hay un espejo que todo lo divide. no preguntes.
quítate las sombras que amas en vano y quita las mías que labran el daño ¡esta guerra no es nuestra! después del derrumbe forzado, un infinito cielo aparecerá en toda su vastedad majestuosa. ¡así te veré desde este paisaje!
Id: 340 Data: 12/03/2009 00:31:46
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testamento
¿quién recordará a mi madre; la memoria y la estética? ¡y la muerte? ¿y el nombre de mi padre; el viaje? clap, clap, clap, martilla la lluvia sobre la sien del zinc, y diría aun más: pon tu mano en mi mano, en mi retorno salvaje. la calle llegó después, como el florecer de una placenta. primero fueron las hojas del otoño a encandilar los ojos gigantes de los niños que el tiempo, como hace la parca, abandonó a merced del los hombres. recuerdo el frío, tu casa y mi árbol, el color de la ciudad cuando rebalsaba la mañana; las horas tan lentas encegueciendo la corola de todas las flores que se sentían tales. la espalda que quien me amamantaba observaba a buenos aires y yo (no podría haber sido de otro modo) atesoro en mi mente sólo el sabor de lo blanco; la visión invernal del campo que nace y el deseo infantil de conspirar contra todas las sombras en erupción.
¿quién recordará a mi madre? ¿y la sagrada pupila armoniosa en flor? ¿y a mi padre? ¿quién recordará el jardín y el vuelo sutil de la música en el espacio? también el miedo se hizo carne en mí; la terrible angustia que sangra las manos; el temor de saber, de ser consciente que los parpadeos son eternos como es eterno el instante. el efímero golpe que en un suspiro se bebe la historia.
¿quién recordará a mis padres? a mi madre. a mi padre. a mi única hermana. ¿y el susurro tardío? ¿y el beso descalzo dormido en la calma? ¿quién recordará el color de sus ropas? yo digo que volverá mi rostro a lavar las horas perdidas. que la ventana más limpia anida en el pensamiento puro.
¡oh luz de todas las horas! inflama las puertas del sueño más casto. ¡espérame! luz de todas las horas desata en silencio mi alma del mundo y dona alas fuentes mi verso más puro. ¡necesito! luz de todas las horas tu mano en mi hombro y diría aun más: btu miel en mis labios.
hay un día que duerme enredado entre las tibias piernas de un sueño salvaje. hay una casa; una frazada con una constelación de respiros que envuelve a mi pecho. deja que pregunte al vagabundo que soy, deja que hable mi vena, deja a mi sangre. ¿quién será sino el presente enclavado? ¿quién en secreto? ¿quién en la noche? en la soledad más cerrada, en el salto. en el triste talar de las tardes desiertas, en la risa, en el viento. en mi círculo abierto por la pesada mano del camino virgen. ¿quién con el nombre mío? ¿quién sino yo?
Id: 336 Data: 09/03/2009 23:06:19
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